Vive a sólo metros de un río en la Patagonia Chilena. La ventana de su casa tiene la mejor vista del mundo... Los Cuernos del Paine.
Hijo de don Aniceto Aladino Astorga Ampuero y doña Edita del Carmen Silva Vargas, llegó a los 5 años a Magallanes, al sector del Río Serrano. Ama montar a caballo. Lo hace desde pequeño. Él y su hermano Holmen compartían la única montura que había y dos jarros para tomar café que, amarrados con una soga, les servían de estribo. Creció en la soledad del campo patagónico, donde el viento, un caballo, un perro, pueden ser tus mejores amigos. “La vida aquí no ha sido fácil”, reflexiona. “Arriábamos los animales hasta Natales, lo que nos tomaba entre 3 y 4 días. Ir a la ciudad por alimentos tomaba unas 10 horas de viaje a caballo”.
Gonzalo ha cabalgado por más de dos décadas y aunque es humilde en decir que conoce “casi” todo el Parque Nacional Torres del Paine, nos queda claro que lo conoce por completo. Él calcula que hay unas 30 cabalgatas diferentes para realizar en esta área. Su favorita: El Lago Dickson y sus alrededores y también el Lago Brush, “cuando el día está lindo”, aclara.
Una cabalgata que cambió su vida
Mientras trabajaba en una empresa como guía de cabalgatas, conoció a una joven turista inglesa. En una oportunidad, a la hora de compartir una comida se sentaron a la mesa y cruzaron las miradas. “Estábamos sentados comiendo y ella estaba frente a mí. Ella no hablaba nada de español y nos entendíamos sólo por señas”. En ese momento, hicieron la conexión que los llevaría a iniciar una aventura juntos. Las cartas que ella escribía mantenían el afecto con vida y al cabo de un año “Victoria volvió y estuvimos trabajando juntos en las cabalgatas durante el verano. Luego, yo fui a visitarla. Cuando llegué a Londres, al aeropuerto... no sabía qué hacer. Era tremendo aeropuerto. Había mucha gente y no entendía nada, pero ella me estaba esperando”. ¿Y cómo andabas vestido? “Con mis botas, mi machete y mi boina” (dice entre risas). “Recorrimos Londres y sus alrededores. Conocí Escocia, que se parece mucho a esta zona de la Patagonia. Luego volvimos y pasaron casi 2 años hasta que nos casamos”.
Así es Gonzalo, un hombre sencillo que ama y disfruta las cosas simples de la vida. Aunque estuvo en la “gran ciudad”, tenemos la idea de que prefiere el color turquesa del Lago Toro y el llameante anaranjado de un amanecer en las Torres del Paine, la soledad y el olor a campo... Quién sabe, algún día, lo veamos cabalgar junto a Victoria y a algún futuro retoño.